jueves, 17 de julio de 2014

Rufina González Niebla, alfarera de La Gomera

Amasando el barro levantó su vida, así como levantaba una pieza. El producto de su trabajo ha llegado a otros, que lo han valorado de múltiples maneras. Nos quedan ahí las tallas, las vasijas y los recuerdos.

Aquellos que han tenido una cerámica de Rufina en sus manos, sentirán cuán importante ha sido su trabajo y su entrega. Su incansable tarea nos deja sentir su presencia en todo aquello que construyó. Ella se sentía feliz de compartir todo ese don creador con todo aquel que se cruzara en su camino, siempre estaba dispuesta a enseñar y a compartir, todo ello sin dejar de trabajar.

Rufina vivió y sintió el apoyo de quienes la apreciaban y valoraban. Esa fuerza se mantuvo en ella para seguir siempre adelante, frente a las adversidades y seguir construyendo ese legado que hoy se reconoce como invaluable e insustituible. Se ha ganado ese lugar en la historia con sus manos, férreas e incansables.

Tuvimos el gran regalo de estar a su lado. Vivimos la magia de crear y nos recreamos escuchándola. Fueron muchas horas de enseñanza, de charlas, de amasar de barro, de levantar una olla, de comer unos chochos, de anécdotas, de risas, de aprendizaje, de disfrute de la naturaleza y de recoger esas experiencias únicas y maravillosas que rodeaban y enaltecían a Rufina. Gracias.

Esa sabiduría se queda con nosotros, su presencia vivirá y seguirá recorriendo los caminos de la Gomera. Estas son las memorias que ha dejado una mujer que se entregó con amor y pasión al arte de la alfarería.



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